De Peru a Barcelona a Miami baby
¡Ponte vía!
Salí del
avión como estrella. Onda: esa escalera gigante, donde bajan los presidentes y
famosos, esperados por periodistas y cámaras. Pero no había nadie esperándome,
solo una micro para llevar a todos a inmigración, porque no era la presidente,
y estábamos en Perú nomas. Después de dos o tres horas en el avión, el aire se
sentía rico, mejor que el congelador en que habíamos llegado. Tomaba mis pocos pasos peruanos hacia la
micro. Me hizo pensar en si podría decir que había visitado este país, ya que
olía el viento fresco, y que tenía que esperar tres horas y medio, hasta mi
próximo vuelo.
Mi cargador
es una carga:
Aun no
había la información de mi puerta, solo diez minutos de wifi gratis. Tuve
tiempo para decirles a mi familia que mi avión había llegado bien, y no
entendía el acento peruano, dejándome con 13% de batería. Mi cargador está casi
roto; tengo hambre y no tengo soles, tengo 750 pesos chilenos. Mientras
caminaba por el aeropuerto, me di cuenta que casi no había enchufes
disponibles, y que eran más valioso que oro. Repito, que tenia nada, menos que
nada; porque también tenía hambre. Me decidí sentarme nomas, a morir de mala
suerte, en la puerta 16.
Y ahí paso:
Un milagro.
Lo mire con caución, sacarlo del enchufe, e irse, despidiéndose de la niña al
lado. Mire a todos lados, a ver si fue solo yo que se había fijado. Sacando mi
cargador, sé que quizás ni va cargar, esta así de chanta. Pero tengo fe que
vivirá hasta Miami. Me pare, tomando el espacio al lado ella.
La Patrona:
Chula en
cada aspecto, desde los dedos de los pies, que combinaban con sus zapatos;
floreado azul y brillos blancos. Era la patrona, la encargada de los enchufes. Nos
miramos, dos extraños, a los ojos. Ella movió su cabeza, un trato, que decía
adelante. Yo saque mi tejido, preparandome para estas horas de aburrimiento. Vi
que ella me miraba, y yo igual la miré. Estaba metida en su celular, hasta que
lo puso a cargar solo, y me empezó a hablar.
La
Entrevista:
Mi pololo
me había dicho que, si me aburría, que hablaba con un peruano, prestándome su
licencia de periodista por la noche. Me dijo que les preguntaba lo que quería,
y yo pensé, como tan atrevida. No había preguntas desubicadas, nada tan privado
para no compartir. Lo más que lo pensé, más vi la razón. No íbamos a vernos de
nuevo, y miedos de juzgar se aclararon solos.
Me puse
social:
Su voz
derretía como chocolate caliente, un acento que no reconocía. No era española o
peruana, ni chilena ni Gringa. Empecé a conocerla, obviamente con las preguntas
que todos se preguntan en un aeropuerto. Dónde vas, de donde eres, etc. Una
patrona hablando con otra. Me dijo que iba regresando a Barcelona. Yo siempre
he querido ir a España, le conté, y ella me sonrió, porque sabía que era
suertuda. No como yo. Al empezar la conversación fue muy nada, yo seguí
tejiendo, hablándole cuando me hablaba. Pero ella tenía más que 12 horas por
esperar su vuelo, entonces decidí parar mi tejido, y empezar la entrevista.
Era de
Ecuador:
Como yo soy
de Chile. Me contó que había huido allá hace un año y medio, y que se enamoró.
Eso suele pasar, le conteste. Me pregunto de donde era yo; y le dije que era de
Missouri, y no sé si me cacho, pero igual no importaba. Esta entrevista no era
de mí, era de ella.
¿Porque
vuelves?
"Vuelvo
porque tengo un hijo, y lo extraño," me conto. "Mi hijo tiene 10 años, y llora
por mí, porque me fui. Pero le traje muchos regalos, como esto", apuntando a lo
que estaba sosteniendo sus pies. Era una oruga, de diferentes colores, y
era tierno. Me dijo el nombre, pero ya no me acuerdo, y que él la amaba. Solo
me acuerdo que me dolía el corazón por ese niño, que extrañaba su mama.
Trato de no
juzgarla; ser neutral.
Yo le
respondí que igual iba a ver familia, estableciendo algo en común. Mi próxima
pregunta se trata sobre su novio, que dejo llorando en Ecuador. Me dijo que se
llamaba Carlos, y que se conocieron allá en su primer mes. Vivian juntos, y
ella le cocinaba de todo; pollo jugoso con arroz y ensalada. Ellos iban a tener una relación a larga
distancia, y después él tenía planes de estar con ella en España. Pero esos
planes toman tiempo, harto tiempo. Me conto sobre las despedidas, que, aunque
no querían llorar lloraron, y me acorde de la mía, donde los dos no queríamos
llorar, pero lloramos igual.
¿Qué
hiciste tu ultimo día?
"Me fui a
hacer las unas, a lisarme el pelo, y casi no llego al aeropuerto," me cuenta,
riéndose. Su risa era una de una adulta, y me dijo que adivinara cuantos años
tenía. Si me conocen, saben que soy terriblemente mala en esto, ¿entonces dije
24? "28", me dijo, "y mi hijo tiene diez.". Se veía tan joven cuando me había puesto
al lado ella, una patrona sentada en su trono. E igual era joven. Pero sus
experiencias me hicieron pensar que ya era grande. Le dije que tenía solo 20, y
me dijo lo que todos me han dicho, eres tan jovencita. Siento que me dirán eso
por toda la vida.
Dice que se
arregló para ver a su hijo, y que tendrá un poster que dice su nombre, hecho
con amor y plumones de colores. Dice que
le encontraran tan bonita. Te ves muy bonita, le digo, y ella sabe que es
verdad. Es creída como debe ser, y no digo que eso es algo malo. Tiene esa
confianza que alumbra, y hace que estas horas pasan volando.
Espana es una maravilla,
Y yo le
digo que Springfield no lo es. Le cuento de lo que dejo en Chile, y que algún día
tiene que visitar, porque juro que es mejor que cualquier otro lugar. Pero ya
es mi tiempo de irme. Me queda solo una hora para mi vuelo, y tengo que
encontrar mi puerta. Nos despedimos como buen amigas, con besos en la mejilla y
un abrazo. Le digo que me llamo Megan, y ella Laura. Me desea suerte,
desenchufando mi cargador, y sé que lo tendré. Encuentro mi puerta al toque, y
al subir pienso en ella. Espero que cuando vemos nuestras familias será una celebración,
que vale por todas estas horas de viaje. Tambien espero no olvidar la patrona, que me acompano en mi viaje.
Mi celular
solo tiene 17%, pero creo que me durara el vuelo. Tengo tuto, y devuelvo mi licencia
de periodista al Diego, para dormir hasta Miami.
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